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...la ciudad colonial que ofrece una valiosa tradición cultural y religiosa

  

  

Ermita del Cerrito del Carmen [Ciudad de Guatemala]

 

    

  Espiritualidad

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Concluida la Conquista de Guatemala

 

En el siglo XVI [los 1500] Don Pedro de Alvarado repartió tierras de un valle entre sus capitanes y soldados que le ayudaron en aquella acción de la milicia española. A Don Héctor de la Barreda le correspondió parte de dicho lugar que con el tiempo fue conocido como Valle de las Vacas, nombre que posiblemente tuvo su origen por el hecho que Don Héctor importó de la Isla de Cuba algún ganado para crianza en su propiedad, aprovechando la riqueza de pasto que tenían sus nuevas tierras.

 

El Protagonista del Cerrito del Carmen

 

En un pueblo llamado Toirano, de la Señoría de Génova, Italia, nació Juan Corz. Sus padres, Ambrosio y Antonieta lo bautizaron, el 13 de diciembre de 1565, llamándolo Juan Andrés. Ese año permite colocarlo en un contexto histórico imprescindible y claramente definido.

 

Educado en una familia religiosa él, ya adulto de unos 30 años, va en peregrinación a Tierra Santa donde visita los santos lugares de Jerusalén, por voto que hizo. Cuando emprendió el viaje, aún no percibía claro su futuro, por lo que inicia aquel recorrido sin saber lo que el Señor le deparaba, pues fue la visita a los santuarios en aquella localidad lo que despejó el horizonte de su vida. Allá, en silencio y en oración, él descubre que Dios lo llama para servirle; y es así como decide dejar de lado y para siempre el mundo, la familia y las amistades, optando por entregarse totalmente a Dios en la vida eremítica, es decir viviendo como ermitaño.

 

Concluida su peregrinación a Tierra Santa, ese peregrino regresa a su casa en Toirano, lugar conocido popularmente como Tuirán, que en lengua castellana pudo, por alguna razón, haberse cambiado a Juirán. Después de algún tiempo, teniendo entre 35 y 40 años, él decide la aventura de trasladarse al nuevo mundo: Las Indias. Deseaba trasladarse al continente americano porque seguramente tenía conocimiento de la labor que realizan los frailes de la Orden Franciscana por la cual él tenía un gran fervor y devoción, deseando pertenecer a la misma.

 

De nuevo, Juan Andrés sale de su tierra, a principios del siglo XVII [los 1600], y se pone en camino cruzando a pie el sur de Francia, atraviesa Los Pirineos y en pocos días llega a la ciudad de Ávila, España, la tierra de Santa Teresa de Jesús.

 

Breve historia de la imagen de Nuestra Señora del Cerrito del Carmen

 

La sagrada imagen que actualmente se venera en la Ermita del Cerrito del Carmen está relacionada directamente a la persona de Santa Teresa de Jesús (1515-1582). Tiene su origen en una visión que ella tuvo en 1566 y que relata en su autobiografía (cap. XXXVI, n. 24). Dice así: "Estando todas [Santa Teresa de Jesús y sus Hermanas carmelitas] en el coro en oración, después de completas, [son las oraciones litúrgicas de la noche antes de acortarse] vi a Nuestra Señora con grandísima gloria, con manto blanco, y debajo de él, parecía ampararnos a todas."

 

En virtud de esa visión, Santa Teresa de Jesús manda esculpir una imagen de Nuestra Señora tal como la vio: con los brazos abiertos, amparando bajo su manto blanco a los miembros de ambas ramas de la Orden del Carmen que ella iba a reformar con San Juan de la Cruz.

 

Durante varios años, dicha imagen permaneció en la celda de Santa Teresa de Jesús quien, antes de morir en 1582, dijo a la Madre Abadesa y a las demás monjas que para el Reino de Guatemala había sido asignada aquella imagen. Asegurándoles además que allá donde fuera levantada una capilla en su honor, surgiría también una gran ciudad”.

 

La imagen de Nuestra Señora del Cerrito del Carmen es traída a Guatemala

 

Enteradas las monjas Carmelitas Descalzas que Juan Corz viajaría hacia las tierras recién descubiertas del nuevo mundo, y para cumplir con la voluntad de Santa Teresa de Jesús, entregan a ese peregrino la sagrada imagen de Nuestra Señora, rogándole que en Guatemala explorase un lugar ameno, para que todos la tuvieran a la vista, gozando con su presencia”.

 

Se desconoce si el encuentro entre aquellas monjas Carmelitas y Juan Corz fue puramente casual; lo cierto es que resultó benéfico y oportuno para ambas partes. Ellas satisfechas por cumplir con el deseo de la Testadora [Santa Teresa de Jesús] y porque la imagen venía consignada a un confiable peregrino impulsado hacia nuevas tierras  únicamente por nobles y piadosos ideales. Y él, que en la entrega de aquella imagen vio una clara señal divina a favor de su misión, razón por la que aceptó gozoso el delicado encargo, confiando más en la Providencia Divina que en sus propias fuerzas. Al preguntar Juan Corz a las religiosas ¿cuál sería el sitio donde debía depositar la sacra imagen?, le respondieron: Ella misma, la Virgen, será la que determinará el sitio donde desea ser venerada”.

 

Se embarca ese peregrino en Cádiz, en una nave que la tradición oral recuerda con el nombre de María Fortaleza, donde fue aceptado por caridad, llevando consigo la caja en la que guardaba y custodiaba celosamente aquella apreciada encomienda. Un par de meses después de haber salido de España, llega a tierras americanas y desembarca posiblemente en Cuba. [como lo hiciera unas décadas después Pedro de Betancur (Santo Hermano Pedro de San José Betancur), cuando también se dirigió al nuevo mundo para evangelizar]. Desde aquel lugar y aproximadamente un mes después, Juan Corz se embarca nuevamente hasta Puerto Trujillo, Honduras; y luego, a pie, se dirige hacia Guatemala, la tierra de su destino.

 

Siguiendo el antiguo Camino Real del Golfo, ese peregrino se acerca al Río de las Vacas, en el Valle del mismo nombre [anteriormente mencionado]. Situado en el lugar, el Puente Lavarreda era el paso obligatorio para los que desde Oriente venían por aquel Camino a la ciudad de Santiago de los Caballeros. Allí, él se detiene y observa que alrededor de dicho Puente y a lo largo del mencionado Río los lugares son solitarios, ásperos y casi inaccesibles. Siguiendo su curso encuentra dos cuevas naturales, una contigua a la otra, con un tamaño suficiente como para albergar a una persona, por lo que cansado, decide quedarse. En una cueva, excava una cavidad en la peña y coloca la sagrada imagen; y acondiciona la otra cueva como su habitación. La primera de las cuevas mencionadas se conoció como El nicho de la Virgen.

 

Tenía agua cristalina y fresca, pero le faltaba comida que habría conseguido solicitándola a una buenas familias de españoles descendientes de los conquistadores residentes en el lugar. Ellos vivían en una aldea cercana a dichas cuevas y se dedicaban a la crianza de ganado y al cultivo del maíz. Entre ellos había también unos labriegos que del Valle de las Vacas llevaban la mejor madera trabajada en vigas, pilares y tablas para la edificación de la ciudad de Santiago de los Caballeros, en la actualidad, La Antigua Guatemala.

 

Enterados los habitantes de la presencia de aquel ermitaño y de la imagen religiosa que tenía consigo, decidieron visitarlo. Al principio fue infructuosa su localización, pero al fin lo lograron. Juan Corz escuchó cortésmente a los visitantes, pues la propuesta que llevaban era la de trasladar la imagen a un lugar accesible a las personas y hacerle una ermita, lo cual a él le pareció muy bien y accedió gustoso a sus deseos. Agradecido, les dijo que ése era el encargo que le habían dado las monjas carmelitas, explicándoles la voluntad de Santa Teresa de Jesús, respecto de la imagen. Aquel encuentro concluyó con un acuerdo entre ellos: buscar un lugar idóneo en donde construir una ermita.

 

Fue así como localizaron un terreno relativamente plano en donde construyeron una pequeña y pobre ermita, pero siempre mejor que una cueva. Con la participación de los sacerdotes del lugar y de los piadosos habitantes de aquel Valle, se condujo en solemne procesión la imagen de Nuestra Señora desde la cueva a la ermita. Concluida la procesión el ermitaño regresó a su retiro en la cueva.

 

Al día siguiente, los vecinos fueron a visitar a la imagen de Nuestra Señora, pero establecieron con gran asombro que ésta ya no estaba en la ermita que habían levantado. Ellos con la colaboración de Juan Corz se dieron a la tarea de buscar dicha imagen por varios lugares pero no la encontraban, sintiendo el ermitaño que era el culpable por no haber cuidado aquella efigie tal como lo venía haciendo. Por último, fueron hasta la cueva donde él la había ubicado desde un principio y, sorprendidos, la encontraron allí en la peña de su morada inicial. Confusos y pasmados del caso, hicieron juicio, que desde luego los ángeles la habían restituido a su Cueva.

 

Ante ese hecho, se consideró que el sitio elegido no concordaba con los designios de Dios y de Nuestra Señora. Los vecinos solicitaron a Juan Corz que en sus oraciones pidiera iluminación a la Divina Providencia para encontrar un lugar ameno y plenamente agradable a Dios y a Nuestra Señora. Después de algún tiempo, aquellos recorrieron varios lugares aledaños hasta que el ermitaño encontró un Cerro cubierto de una espesa arboleda. Al llegar a la cumbre, observaron que podía verse más allá del Valle de las Vacas, lo que asombró y contentó a Juan Corz, pues entre dicho Cerro y el Monte Carmelo que había visitado en su viaje a Tierra Santa, encontró cierta semejanza.

 

Sin demora alguna, el ermitaño y vecinos se dieron a la tarea de limpiar y desboscar la cumbre de dicho Cerro, para luego acarrear los materiales necesarios y levantar en breve tiempo una modesta ermita con cajón de piedra y mezcla, paredes de madera y techo cubierto de paja. Al flanco de esa edificación, levantaron también un pequeño campanario, todavía más modesto que la misma ermita.

 

Cerca de aquella edificación, también planificaron construir un sencillo albergue para que viviera Juan Corz y cuidara, día y noche, la ermita y la imagen de Nuestra Señora. Desde entonces él dejó las cuevas en las que había vivido y se establece definitivamente en aquel Cerro.

 

Después de algún tiempo de encontrarse en aquel lugar se enteró, posiblemente por los frailes del Convento de San Francisco que pasaban o iban a limosna, que en la ciudad de Santiago de los Caballeros había Tercera Orden Franciscana, por lo que decidió ir hasta allá para pedir su ingreso a la misma. Al llegar, fue recibido por el Padre Comisario Fray Pedro de Sotomayor encargado oficial de la Tercera Orden de la Provincia Franciscana del Santísimo Nombre de Jesús. A él, después de manifestarle humildemente el motivo de su visita, hizo su petición y súplica puesto de rodillas e informando llanamente de toda su vida. La petición del humilde postulante era nueva y singular: El pedía el ingreso a la Tercera Orden con la condición de poder seguir a la vez en su vida eremítica, es decir, como ermitaño.

 

El Padre Comisario lo escuchó con atención y respeto, diciéndole abierta y claramente que no podía recibirlo en la Orden por la incompatibilidad existente entre el modo de vida de los Terciarios y la de los ermitaños. Asimismo, le explicó que los Terciarios viven en la ciudad de Santiago cerca del Convento, se reúnen a menudo, participan en pláticas formativas y ejercicios de piedad comunes; lo cual no puede hacer un eremita cuya característica es vivir en soledad. Además, seguía diciéndole que antes de admitir a alguien en la fraternidad franciscana, es necesario consultar a los vecinos sobre la conducta del postulante, lo que en el caso de los eremitas es imposible de cumplir porque generalmente son desconocidos en las comunidades.

 

Al insistir Juan Corz en su invariable decisión y súplica, Fray Pedro de Sotomayor le dijo que debía esperar un tiempo y encomendarse a Dios, para que si era de su agrado se le facilitase la consecución de sus deseos. Con tranquilidad y a la vez firme en aquella determinación, el ermitaño regreso a su morada.

 

Cuando la ermita que construían en el Cerro estuvo concluida, se realizó solemne procesión, con mucha devoción y reverencia, para trasladar a la imagen de Nuestra Señora a su ermita. Desde entonces, el Valle de las Vacas empezó a conocerse como Valle de la Ermita o de la Virgen.

 

En nuestros días...

 

En el Libro titulado AÑO JUBILAR MARIANO EN EL CERRITO DEL CARMEN 1613-2013, Edición 2012, página 19, (publicado por el fraile franciscano Bruno Renato Frisón, Rector de la Ermita en el Cerrito del Carmen) se encuentra el siguiente párrafo que, transcrito literalmente, dice así:

 

“A la luz de estos datos históricos irrefutables, resulta evidente que la primera ermita en el Cerro fue levantada entre 1612-1615, tiempo del gobierno episcopal en Guatemala de Juan Cabezas Altamirano. Ahora, por desconocer la fecha exacta de la dedicación de la primera ermita en el Cerro, y por consecuente la llegada de la Virgen, hemos escogido como año jubilar el 1613 por ser intermedio entre 1612 y 1615, tiempo en que el obispo Cabezas Altamirano gobernó la diócesis de Santiago de Guatemala y otorgó a Juan Corz permiso para que en la ermita se pudiera celebrar misa y pedir limosnas.”

 

En la puerta de ingreso a la Ermita del Cerrito del Carmen se colocó, en el año 2013, el siguiente pregón:

 

 

 

Cierto día se originó un incendio en aquel Valle arrasando con todo lo que encontró a su paso, sin que fuerzas humanas pudieran apagarlo. El fuego inmediatamente consumió todos los hatos y quemó totalmente la pequeña y frágil ermita que se había construido; pero lograron salvar, milagrosamente, la imagen de Nuestra Señora que allí se encontraba, colocándola provisionalmente en una ramada que le fabricaron con hojas.

 

Transcurrido un día después de aquel extendido incendio, se desató una peste tan grande que amenazaba con contagiar a todos los habitantes del mencionado Valle. En vista que el mal se extendía rápidamente y con rigurosidad, los atemorizados vecinos iniciaron oraciones, plegarias, misas, procesiones y rogativas. Asimismo, decidieron poner un Medianero ante Dios para aplacar el azote que estaba sobre el vecindario. Fue entonces cuando Don Mateo Pérez Dardón sugirió poner como Protector y Amparo al Glorioso Apóstol y Evangelista San Mateo, de quien ofreció una imagen. Consolados los vecinos con esa propuesta, fueron a traer dicha imagen.

 

Al día siguiente se ofició misa y procesión, saliendo en ella el Glorioso Apóstol y Evangelista San Mateo, Nuestra Señora, y el Santísimo Sacramento, con acompañamiento de los moradores del Valle quienes cantaron las preces [súplicas, plegarias y rogativas] y repetidos salmos, clamores y lágrimas, que en fin, movieron a la misericordia y desde aquel día el católico vecindario gozó de paz y tranquilidad.

 

Después de transcurridos algunos meses, tiempo en el que Juan Corz maduró en su vocación con gran fervor y humildad, regresó a la ciudad de Santiago de los Caballeros para encontrarse nuevamente con el Padre Comisario Fray Pedro Sotomayor, quién al recibirlo con gran complacencia, le manifestó sin reservas su determinación de aceptarlo en la Tercera Orden, otorgándole el hábito exterior de los Terciarios Franciscanos, en 1620.

 

Gozando todos de serenidad, el vecindario y Juan Corz determinaron reconstruir la arruinada edificación religiosa cubriéndola con teja y definiendo los materiales que debían utilizar. Entonces, al hacerse cargo de la restauración, él se fue al bosque a cortar pinería y labrarla; y por no tener como conducirla al Cerro le dieron un caballón. Dicen que el ermitaño mandaba a ese animal a la cumbre del lugar para dejar el madero ya labrado y quienes allí estaban desataban las cuerdas y bajaban la carga; pero lo que causaba admiración era ver que el caballo regresaba con su amo, el ermitaño, quien le volvía a cargar otro madero y el animal nuevamente retornaba a la cumbre con su pesada carga. Y así, el obediente animal iba y venía, hasta que condujo todos los maderos. Todo se facilitó por la decidida cooperación de aquel ermitaño que más parecía ángel que criatura humana.

 

El primero de junio de 1620, fue presentada en contra de Juan Corz una denuncia a la Inquisición por el presbítero Juan Aguilar Suárez, sólo un mes y medio antes de la dedicación de la segunda ermita en el Cerro, que como se sabe fue el 16 de julio del año indicado. Según el Historiador Ernesto Chinchilla Aguilar, en el Libro Ideas Proscritas: La Inquisición, en Historia General de Guatemala, título II, página 780, resumió el fondo del problema así: “Todo el asunto parece haberse reducido a las dificultades que el ermitaño Juan Corz ponía al cura beneficiario del Valle de Mixco, para que no dijera misas ni recogiera limosna en su ermita”.

 

Juntos todos los materiales, y con la colaboración de los vecinos, feligreses y, entre otros, Don Justiniano Conquistador, todos se reunieron para edificar la ermita que concluyeron en breve tiempo; y por memoria, en la portada, dejaron escrito el año de su finalización, que fue en 1620. Con solemnidad se dedicó la ermita a Nuestra Señora, cuya peregrina imagen allí fue trasladada desde el desabrigo de aquella ramada que se le había preparado provisionalmente con hojas. Dicha edificación religiosa se conoce como Ermita de Nuestra Señora del Carmen; y el lugar referido como Cerrito del Carmen, tal como acontece en nuestros días.

 

Transcurrido un tiempo indeterminado después de la edificación de dicha Ermita, Juan Corz continuó al frente de sus responsabilidades. Sin embargo, cierto día que los vecinos fueron a buscarlo, no lo encontraron. Ese peregrino, ermitaño y Terciario Franciscano, desapareció del lugar sin dejar rastro alguno; tanto que nadie tuvo noticia segura de él, ni de su paradero, ni de su suerte. Tampoco existen indicios que los Comisarios de la Inquisición lo hayan llevado a México; ni que él deshonrado e infamado por las acusaciones haya regresado a su tierra de origen.

 

Consternados los vecinos por aquella triste noticia y concluidas sin éxito todas las diligencias hechas en la búsqueda del desaparecido, tuvieron que conformarse a la realidad diciendo que aquel ermitaño hizo lo que le mandaron a hacer: llevarles aquella reliquia tan apreciable. Y así ellos se consolaron en Dios, a quien le rindieron infinitas gracias por haberles enviado por mano de aquel peregrino a una imagen de la Madre de la Gracia. Aún en nuestros días, la desaparición del ermitaño Juan Corz continúa siendo un verdadero enigma.

 

Ante tal situación, los pobladores establecieron una cofradía para el cuidado de su Ermita y para promover el culto a Nuestra Señora del Carmen. Con el paso del tiempo, esa Ermita fue elevada a parroquia desde 1647 hasta 1723.

 

En 1723, en dicho Valle se fundó la Parroquia Asunción del Valle de la Ermita, dedicada a la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. Ello originó cierta decadencia en la asistencia de feligreses a la Ermita del Carmen, pues los miembros de la respectiva Cofradía observaban como los fieles visitaban más a menudo la nueva Parroquia.

 

En 1730, Don Juan José Morales Roa y Alfarol, natural del pueblo de Pinula, electo como Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen y con el objetivo de motivar a la feligresía de esa advocación mariana, inició la edificación de un conjunto arquitectónico religioso que incluye la Iglesia, la sacristía, el campanario, el convento y el torreón. Fue construido entre 1744 y 1745 en sustitución de la ermita construida en 1620, levantada en el mismo lugar y dedicada también a Nuestra Señora del Carmen. Siendo una obra religiosa colonial, en su origen contaba con capillas posas que ocupan los cuatro puntos cardinales de la plaza delimitando el espacio sagrado y confiriendo una mejor unidad a todo el conjunto religioso. Esas capillas eran abiertas y se les conoció con ese nombre porque allí se colocaban los altares y se posaba o detenía al Santísimo Sacramento en las procesiones de la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Cristi) para bendecir a los habitantes desde los cuatro puntos cardinales.

 

Con motivo de la devastación de la ciudad de Santiago de los Caballeros, originada por el terremoto acontecido en 1773, el Cabildo del Ayuntamiento decidió trasladar la Capital del Reino a otra sede, por lo que en virtud de Cédula Real del 21 de julio de 1775, se eligió el Valle de la Ermita o de la Virgen, llamando a la reciente ciudad la Nueva Guatemala de la Asunción, fundada provisionalmente el 2 de enero de 1776 y, en definitiva, mediante Orden Real del 23 de mayo del mismo año. Es de señalar que la primera misa en esa nueva ciudad fue celebrada en la Ermita del Carmen, el indicado 2 de enero de 1776.

 

En 1784, el primer Arzobispo de dicha ciudad le quitó la sede parroquial a la Iglesia de la Asunción y la trasladó a la Iglesia de Candelaria que había sido reubicada desde la ciudad de Santiago de los Caballeros hacia la nueva Capital del Reino; y la Ermita del Carmen fue constituida en Capellanía de la ahora Parroquia Nuestra Señora de Candelaria, como lo es hasta el presente día.

 

Esta Ermita ha sido afectada en su estructura como consecuencia de movimientos sísmicos sucedidos en distintas épocas. Terremotos ocurridos en 1917 y 1918 ocasionaron daños que ameritaron una reconstrucción, iniciada en 1920 y concluida e inaugurada el 23 de noviembre de 1925. Y para recordar tal acontecimiento de colocó una Cruz en el lado sur de esta iglesia. Es importante señalar que dichos sismos también derribaron y destruyeron las mencionadas capillas posas. El terremoto ocurrido el 4 de febrero de 1976 también ocasionó nuevos daños a la esta edificación religiosa, siendo necesaria una nueva reconstrucción que concluyó en 1984, quedando en la forma que tiene hoy día.

 

La nueva Ermita se edificó con techo tipo bóveda y una fachada con estructura de tres cuerpos o niveles que tienen semejanza a los del retablo del altar mayor ubicado en el interior de la misma iglesia. Esta edificación religiosa, que ha mantenido su forma original, mide 25 metros de largo y 9 metros de ancho, con una sola puerta hacia el Oriente. La actual Sacristía de esta Iglesia es la parte más antigua de todo el conjunto arquitectónico, ya que originalmente fue la Capilla de Juan Corz. En el dintel de la puerta de entrada a dicha Sacristía hay una inscripción con el ya indicado año 1620.

 

 

 

Fachada y lateral de la Ermita del Cerrito del Carmen, en la actualidad

[12 Avenida final  y 2a. Calle Zona 1, Ciudad de Guatemala]

 

Observados de abajo hacia arriba: El primer cuerpo ocupa la puerta de ingreso y tiene dos nichos con las imágenes de Santa Teresa de Jesús (1515-1582) y del Profeta Elías. El segundo se compone de un ventanal rectangular, al centro, y a los lados dos nichos con las imágenes de San Juan de la Cruz (1542-1591), y Santa María Magdalena de Pazzi (1556-1607), carmelita italiana canonizada en 1669. Cabe señalar que dicho ventanal, antes de los terremotos de 1917 y 1918 contenía un Calvario con una gran Cruz y las esculturas de Virgen de Dolores, del Apóstol San Juan y de María Magdalena. El tercero de los cuerpos tiene al centro una ventana alargada con una campana de vuelta.

 

 

 

Primer cuerpo

 

 

Segundo y tercer cuerpo

 

Los lados de la fachada están engalanados por dos torres enigmáticas que en el extremo superior presentan almenas [resguardos] y minaretes como si fuesen atalayas de vigilancia, y dan a la Ermita cierta apariencia de fortaleza militar. Anterior a los terremotos de 1917 y 1918 las torres contaban también con bocas de cañón.

 

Torre derecha de la Ermita

del Cerrito del Carmen

 

 

 

Asimismo, en la plazuela y frente a dicha Ermita, se construyó un torreón que en su interior tenía una pequeña habitación que sirvió de morada al Mayordomo Morales para cuidar el lugar.

 

Ese torreón, que también cuenta con almenas [resguardos], en su parte superior y justamente en el lado frontal hacia la misma Ermita tiene, dentro de una misma hornacina, las imágenes de un Padre Eterno con los brazos abiertos y ligeramente elevados, y del Espíritu Santo que en forma de una paloma, con las alas abiertas, posa en el pecho de Dios Padre. Bajo dichas imágenes, y siempre dentro de la misma hornacina, está Jesús, invisible y a la vez realmente presente en el Misterio de la Encarnación, que es expresado por la presencia del Arcángel Gabriel de visita a Virgen María.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Torreón

Ello permite afirmar que esa hornacina

está dedicada a la Santísima Trinidad

 

 

 

Es importante indicar que en la cúspide de ese torreón originalmente se encontraba una Cruz de madera, que actualmente ya no existe, y que era tan grande que podía verse desde muy lejos.

 

 

Edificación religiosa vista desde el Oriente

 

En su lado norte y a cierta distancia, teniendo un regular espacio dentro del cual se encuentra la puerta del convento, se levanta el campanario. Se trata de una torre de planta cuadrada, no muy elevada, con paredes gruesas para resistir los movimientos sísmicos. Tiene un aspecto de solidez y elegancia que armoniza con todo el conjunto arquitectónico. En ese campanario cuelgan cuatro magníficos bronces (campanas) que se fundieron, respectivamente, en 1748, 1872, 1921 y 1925.

 

Jardín frente al campanario

 

 

Cada una de dichas campanas lleva grabados los datos esenciales de su identidad:

 

La de 1748, superando a las demás en tamaño y peso, ocupa la parte central del campanario. Se llama La Encarnación, conmemorando el día en el que la Iglesia festeja la Encarnación del Señor.

 

La de 1872 es la más pequeña. Se llama La Volteadora porque, a diferencia de las otras, puede dar vueltas sobre sí misma.

 

La de 1921 conmemora el primer centenario de la Independencia de Centro América. Es conocida como la Campana de la Independencia, de los Próceres y más propiamente de La Libertad. Lleva una sobria y significativa inscripción que dice: "A la memoria de los ilustres próceres de Centro América, 15 de septiembre de 1921". A su alrededor, en alto relieve, lleva una efigie y el nombre de cada uno de aquellos trece ciudadanos que intervinieron en la redacción del Acta de Independencia y la firmaron. Son ellos: Gabino Gaínza, Mariano de Beltranena, José Mariano Calderón, José Matías Delgado, Manuel Antonio Molina, Mariano de Larrave, Antonio de Rivera, José Antonio de Larrave, Isidoro del Valle y Costricciones, Mariano de Aycinena, Pedro de Arroyave, Lorenzo de Romaña, y Domingo Diéguez.

 

La de 1925 corresponde al año en que fue dedicada la Ermita del Carmen después de ser reconstruida con motivo de los daños causados por los terremotos ocurridos en 1917 y 1918. Se llama La Carmela, dedicada a nuestra Señora del Cerrito del Carmen.

 

En la Plaza de la Ermita y en el lado sur de esta iglesia se colocó la Cruz de cemento fundido para recordar el día 23 de noviembre de 1925, que se indicó anteriormente.

 

En el mismo lugar, también se encuentra una escultura que evoca a San Francisco de Asís quién, levantando los brazos en oración, ruega por la Nueva Guatemala de la Asunción. En el pedestal se colocó una placa conmemorativa, al cumplirse 800 años de su nacimiento, la cual expresa: GUATEMALA A SAN FRANCISCO DE ASÍS.

 

 

En el lado posterior de la Ermita se aprecian dos imágenes talladas en estuco, cada una en su hornacina y ocupando niveles distintos. En la parte alta, una imagen de Nuestra Señora del Carmen dentro de un nicho con dos pilastras laterales. Bajo de ella hay un epígrafe que dice: LA GUARDIANA. En la parte inferior, se encuentra una imagen de San Cristóbal que apoya su mano derecha en una palmera, mientras que con la izquierda sostiene una imagen del Niño Jesús, que lleva en hombros.

 

¿Cómo se explica la presencia de dichas imágenes en ese lugar, al Poniente de la Ermita? La respuesta podría ser la siguiente: Al Norte de esta edificación y bajo el Cerro, explican unos historiadores, pasaba el antiguo Camino Real del Golfo que conducía a la ciudad de Santiago de los Caballeros y viceversa. Nuestra Señora del Carmen resultaba ser la Guardiana y San Cristóbal el Patrono de todo caminante que va de viaje.

 

Una parte importante de la identidad religiosa del lugar es un singular Vía Crucis que desde la I Estación, puesta en la parte baja del Cerrito, sube hasta la XIV Estación, colocada a un costado de la Ermita.

 

Al observar que con el paso del tiempo la devoción de los fieles se había venido incrementando, en 1949 el Arzobispo de Guatemala Mariano Rossel Arellano hizo la propuesta a los frailes franciscanos de la Provincia de Venecia, de Italia, para el cuidado de la Ermita del Cerrito del Carmen, dirección que realizan en la actualidad.

 

En el interior de la Ermita, impacta y atrae en seguida la atención de los visitantes el retablo, considerado uno de los mejores trabajos de ebanistería religiosa del siglo XVIII, pues en él se encuentra armoniosamente unida la belleza con el culto, el arte y la estética con la Fe y la oración. Se compone, como la fachada de la Ermita con la cual está relacionado, de tres cuerpos o niveles, armoniosamente dispuestos entre sí y convergentes todos hacia el nicho de la Santa Patrona, que como se indicó, ocupa el lugar central.

 

Es importante aclarar que, en la actualidad, esta Ermita cuenta con un solo retablo, el mayor. En sus orígenes tenía cinco más, colocados en ambos lados de la nave de esa edificación religiosa. Se perdieron, con todos sus bienes de imaginería y pintura, a consecuencia de los terremotos ocurridos en 1917 y 1918, que originaron serios daños a esta Ermita. Milagrosamente, el muro de fondo sobre el cual descansaba el indicado retablo quedó de pie. 

 

 

Vista actual del altar y retablo mayor de la Ermita del Cerrito del Carmen

 

Ver también:

Retablo mayor de la Ermita del Cerrito del Carmen, restaurado en 2013

[Clic para abrir la página]

 

Un hecho de conocimiento público fue el ocurrido en el Cerrito el 19 de abril de 2001 cuando la imagen de Nuestra Señora fue sustraída de la Ermita. Ese desafío duró 20 meses, mientras tanto miles de devotos seguían implorando su regreso al altar donde ella había puesto su Trono de Gracia desde aproximadamente 400 años. Pero quiso la Divina Providencia que dicha imagen regresara, para felicidad y regocijo de la feligresía católica, el 5 de marzo de 2003, día penitencial para la Iglesia porque ese año era Miércoles de Ceniza, inicio de Cuaresma.

 

Fue necesario trasladar dicha imagen al Instituto de Antropología e Historia del Ministerio de Cultura de Guatemala, en donde los profesionales de la Dirección General del Patrimonio Cultural de dicho Instituto, realizaron la debida restauración.

 

Trascurrido algún tiempo, retornó a su Ermita aquella imagen que Juan Corz trajo desde Ávila, España, por encargo de las Hermanas de la Orden de las Carmelitas Descalzas. Esa efigie fue tallada en cedro, posiblemente en 1566 [año de la visión de Santa Teresa de Jesús] por un escultor español, que permaneció en el anonimato, y quien seguramente siguió las precisas indicaciones que le fueron dadas. Esa representación tiene una vestidura policromada y diseños florales. El hábito es de color café y el manto color marfil, típico de la Orden del Carmen. El terminado original en la madera quedó totalmente cubierto cuando en la mitad del siglo XVII se le colocó la vestimenta de plata que dicha efigie tiene en la actualidad. Se encuentra de pie sobre un pedestal con la luna al centro y muestra en el pecho el Escudo Carmelita; mientras que de las manos ligeramente extendidas penden dos Escapularios. Junto a ella y bajo sus brazos abiertos, se encuentran cuatro pequeñas figuras de carmelitas, dos frailes a su derecha, y dos monjas a su izquierda, representadas de rodillas y con las manos juntas en una actitud extática expresando el gozo inefable de sentirse bajo el amparo de Nuestra Señora.

 

La imagen de Nuestra Señora del Carmen, que mide 44 centímetros de alto en su forma original, se encuentra colocada en el centro del retablo del altar mayor. Una gloria de plata sobredora con rayos, chispas y querubines otorgan a la imagen un mayor esplendor. En la actualidad, se aprecia así:

 

 

Imagen de Nuestra Señora del Cerrito del Carmen (*)

 

 

 

En su cabeza resplandece una corona.

Una mantilla y capa de plata, la cubren (*)

 

 

Tiene un rostro inefablemente dulce

y los ojos levemente entrecerrados (*)

 

(*) Fuente: Cerrito del Carmen, Pasado y Presente. Bruno Frison, 2008.

 

A diferencia de otras edificaciones religiosas, la Ermita del Cerrito del Carmen tiene un estilo arquitectónico único que atrae por su sencillez y armonía entre las imágenes religiosas y su aspecto de fortaleza militar. Pero esto último es una apariencia puramente ornamental, porque con respecto al resguardo de esa edificación religiosa por parte de la milicia, no tiene relación alguna. Se ha señalado que ese aspecto podría tener coincidencia con la nave llamada María Fortaleza que, a estas tierras americanas consideradas como el nuevo mundo, trajo a Juan Corz con su delicada encomienda; y que, como remembranza, las líneas de dicha embarcación pudieron trasladarse al lugar que hoy conocemos como Cerrito del Carmen.

 

En la actualidad, el Cerrito del Carmen es un sitio histórico considerado Área Protegida. Su Ermita fue declarada Santuario Mariano, consagrado a la advocación de Nuestra Señora del Carmen [Virgen del Carmen], Patrona del lugar, muy venerada y visitada por los fieles devotos. Su festividad titular se celebra el 16 de julio de cada año.

 

Actualmente, y a partir del año 2000, el Padre Bruno Renato Frison, fraile franciscano perteneciente a la Provincia de Venecia, Italia, reside en el Cerrito del Carmen con el cargo de Rector de la Ermita del Carmen. Él obtuvo doctorado en teología por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma. En 1966 llegó a Guatemala y se desempeñó como párroco en dos comunidades de la región nor-occidental del país: San Cristóbal y San Francisco El Alto, Totonicapán. Es autor de varios libros.

 

Y que visión profética tuvo Santa Teresa de Jesús cuando manifestó: allá donde fuera levantada una capilla en su honor, surgiría también una gran ciudad”, porque a inmediaciones del Cerrito, donde se construyó la Ermita de Nuestra Señora del Carmen, fue fundada la Nueva Guatemala de la Asunción, hacia donde se trasladó la Capital del Reino al ser abandonada en definitiva la ciudad de Santiago de los Caballeros, conocida en nuestros días como La Antigua Guatemala.

 

El 10 de julio de 2010, se celebró Eucaristía y se bendijo una escultura que evoca a Juan Corz, fundador de la primera Ermita (del Carmen) en la Nueva Guatemala de la Asunción.

 

Escultura que rememora a Juan Corz

cuando trasladaba la apreciada encomienda

 

 

Obra del Escultor Max E. Leiva, dicha efigie fue colocada en la Plaza de la Ermita a perpetua memoria de aquel peregrino, ermitaño y Terciario Franciscano. 

 

La figura de Juan Corz contempla la Ermita

de Nuestra Señora del Cerrito del Carmen

 

 

Tradicionalmente, el Cerrito del Carmen constituye un área de congregación religiosa y un lugar [parque] de esparcimiento cultural y ambiental para todos los que lo visitan. Desde allí puede observarse la moderna ciudad de Guatemala.

 

 

 

Vistas desde la Plaza de la Ermita del Cerrito del Carmen

 

 

Preocupados porque el lugar tenga atención y mantenimiento adecuados, la Fundación Teoxché y la Municipalidad de Guatemala trabajan desde hace más de cinco años en su recuperación y revitalización, para lo cual se firmó un convenio administrativo de cooperación.

 

El Cerrito del Carmen...es apreciado como el Carmelo de Guatemala

 

Oración por la Paz

[SAN FRANCISCO DE ASÍS]

 

Señor, hazme un instrumento de tu paz:

donde haya odio, ponga yo amor,

donde haya ofensa, ponga yo perdón,

donde haya discordia, ponga yo armonía,

donde haya error, ponga yo verdad,

donde haya duda, ponga yo la Fe,

donde haya desesperación, ponga yo esperanza,

donde haya tinieblas, ponga yo la luz,

donde haya tristeza, ponga yo alegría.

 

OH, Señor, que no me empeñe tanto

en ser consolado, como en consolar,

en ser comprendido, como en comprender,

en ser amado, como en amar;

porque dando se recibe,

olvidando se encuentra,

perdonando se es perdonado,

muriendo se resucita a la vida.

Amén.

 

Ingresando a los siguientes sitios de Internet, usted puede conocer acerca de:

 

Fundación Teoxché

www.cerritodelcarmen.org

 

Escapulario de la Virgen del Carmen (Escapulario carmelita)

www.santisimavirgen.com.ar/escapulario_del_carmen.htm

 

Santa Teresa de Jesús

www.corazones.org/santos/teresa_avila.htm

Fuente:

 

Domingo Juarros: Compendio de la historia de la ciudad de Guatemala, Volumen I. Datos históricos sobre el Cerrito del Carmen (Reseña del Historiador Celso Lara Figueroa). Bruno Renato Frison: La Ermita del Cerro del Carmen (2000); Juan Corz, Venerable desconocido (2006); Cerrito del Carmen, Pasado y Presente (2008); y, Año Jubilar Mariano en el Cerrito del Carmen 1613-2013 (2012). Cultura MuniGuate: Programa Barrio Querido, Introduciéndonos a la historia, La Ermita del Carmen o Cerrito del Carmen (Dra. en letras Frieda Liliana Morales Barco). Fundación Teoxché. Santoral Católico (EWTN-Fe). Sitios de Internet.

 

 

    

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